Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académico correspondiente del Ilmo. Sr. D. Juan Manuel García Ruiz realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia




   Excmo. Sr. Presidente de Honor de la Academia,
   Excmo. Sr. Presidente de la Sección de Naturales,
   Ilma. Sra. Secretaria General Accidental,
   Ilmo. Sr. Bea, hoy padrino,
   Ilmo. Sr. García Ruiz, ya nuestro nuevo Académico,
   Excmos. y Excmas. Sras. y Sres. Académicos,
   Familiares y amigos del nuevo académico,
   Sras. y Sres.:


   En muy breve espacio de tiempo volvemos a celebrar en nuestra Academia un nuevo Acto Solemne de Investidura y, también de nuevo, nos encontramos por ello en momentos de regocijo, de hermandad diría yo, pues se nos integra un nuevo compañero que viene cargado de posibilidades para nuestra institución y, por qué no, para todos nosotros y, por ende, para la sociedad en general.
   Y es que Juan Manuel García Ruiz es una persona sorprendente en muchos aspectos, de ello da fe el currículo que presenta, así como el discurso de investidura con el que nos ha deleitado. No es de extrañar pues que nuestro hoy padrino considere un privilegio dar respuesta a la intervención que acabamos de oír por, entre otras cosas, provenir de uno de los investigadores más brillantes y de mayor proyección internacional de nuestra comunidad científica.
   Vaya, pues, por delante mi felicitación al padrino por su intervención de laudatio, así como a nuestra Academia por todo lo que este nuevo ingreso implica, pues, si el Dr. García Ruiz considera un gran honor ingresar en nuestra Institución, la misma se siente, con su presidente a la cabeza, muy orgullosa de tal circunstancia, entre otras cosas por el enriquecimiento de todo tipo que supone.
   Pues, como les decía, el currículo que presenta nuestro ya compañero sorprende en sobremanera pudiéndose adjetivar como excepcional. Un currículo que refleja una actividad científica extraordinaria e intensísima que ha generado contribuciones de gran valor y repercusión en campos tan actuales y tan apasionantes como el estudio del origen de la vida en la tierra o en la exploración actual de otros planetas.
   Un currículo que, a su vez, pone de manifiesto una formación científica muy sólida y una gran proyección social de la misma.
   Porque el Dr. García Ruiz ha dejado huella por todos los sitios por los que ha pasado: Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Cádiz y ahora en Granada en el Instituto de Ciencias de la Tierra del CSIC, amén de las múltiples estancias, tanto nacionales como Internacionales, que ha venido realizando. Pero no una huella circunscrita a un entorno determinado, que también, sino de una proyección a todos los niveles sorprendente asociada a los temas en los que es experto y que no son pocos, habiendo sido y siendo cabeza visible de grupos de investigación de gran renombre internacional.
   Casi todos esos temas están relacionados con el estudio de los cristales (su gran pasión), cobrando especial relieve el crecimiento de los mismos, la cristalización en geles, el estudio de la morfología cristalina, la formación de patrones de crecimiento, la inclusión de micro-gravedad, etc. etc.
   En estos campos ha participado en casi 50 proyectos de investigación competitivos de financiación regional, nacional e internacional en el marco de la Unión Europea, proyectos en los que se han integrado un alto número de investigadores punteros de muy diferentes universidades y organismos de investigación de todo el mundo y en muchos de los cuales él ha sido el investigador principal; y todo ello sin perder de vista los muchos y muy diferentes convenios y contratos de I+D de alta relevancia realizados bajo su dirección con empresas tales como Pharma-Mar, Esa-Estec, Alenia-Aerospazio, entre otras.
   Todo ello ha generado un montante económico realmente impresionante que el Dr. García Ruiz ha sabido, como dice su padrino, “gestionar creando riqueza y transfiriendo a la Sociedad los conocimientos generados con los fondos públicos o privados de los que ha sido responsable”.
   Esta gran actividad le ha exigido una fuerte movilidad, razón por la cual ha realizado un alto número de estancias de duración variable en muy diferentes centros de investigación.
   Como consecuencia de toda esta fuerte actividad, nuestro flamante compañero ha publicado alrededor de 250 trabajos de investigación en revistas especializados de prestigio, es autor de hasta 60 contribuciones entre libros, capítulos de libro y Proceeding de Congresos, habiendo sido también conferenciante invitado en un alto número de ocasiones, dictando varias conferencias plenarias en Congresos Internacionales de alto nivel.
   Aunque, como nos ha dicho su padrino, su incorporación como Investigador del CSIC ha traído consigo que la Universidad pierda un gran docente dada su gran capacidad de comunicación, nuestro ya compañero no ha perdido nunca de vista esta vertiente, pues, además de su labor como docente en la Universidad de Cádiz, ha dictado, como decíamos, continuamente conferencias y charlas en muy diferentes ámbitos, montante que supera las 250 actividades, ello, además de haber dirigido un alto número de tesis doctorales en diferentes universidades.
   De las posibilidades de transferencia que presentan sus líneas de investigación, dan cuenta las 6 patentes internacionales y 9 nacionales, además de las 6 marcas registradas, con las que cuenta, teniendo además una amplísima experiencia en la participación en comités y representaciones internacionales, siendo miembro de varias asociaciones científicas y poseyendo una gran experiencia en la organización de actividades de I+D, habiendo sido coordinador o presidente de diferentes comisiones científicas.
   Toda esta actividad y proyección ha originado que el Dr. García Ruiz haya sido galardonado con muy diferentes distinciones y premios, entre los que cabe señalar ser Premio Maimónides de Investigación Científica y Técnica de la Junta de Andalucía.
   Como este auditorio comprenderá, semejante currículo sería motivo más que suficiente como para que esta Academia, por boca del hoy padrino, manifieste que el Dr. García Ruiz es más que digno de ocupar puesto de académico numerario en la misma, convencidos de que el nuevo académico contribuirá de manera decisiva a lo que es el objetivo primordial de la Institución “fomentar y difundir la Ciencia y sus Aplicaciones”, especialmente en un campo tan sugerente y fronterizo como lo es el de la interconexión entre el mundo mineral y el biológico, interconexión que nuestro ya compañero describe magistralmente en su discurso de investidura.
   Discurso lleno de pasión, diría yo, y marcado por un desarrollo en el que se pueden ir descubriendo las muchas y muy diversas cualidades que adornan a nuestro personaje. Cualidades de todo tipo, tanto científicas como humanas. Y es que, ya en el principio de su disertación, este sevillano, hoy afincado en Granada, pone de manifiesto la pasión que siente por nuestra tierra y por sus gentes, “gentes de ahora” que lo acogieron fraternalmente a su llegada a la misma y por las “gentes de antes”, identificándose con su pasado, y muy especialmente con nuestro poeta universal Federico García Lorca, cantor de nuestras costumbres, de nuestra cultura, y recopilador de la esencia humana de nuestra vega y sus gentes, poeta por el que nuestro compañero manifiesta efusivamente su admiración congratulándose de poder disfrutar hoy en día de las mismas luces y las mismas aguas que encantaron al poeta y que aquel supo plasmar excepcionalmente en sus versos.
   Pero, es más, en su discurso, nuestro personaje plasma magistralmente su vocación inequívocamente científica, pues nos describe, con una sencillez realmente atrayente, los inicios y vicisitudes de su labor investigadora ligada al estudio de las estructuras cristalinas, de los cristales, su primordial campo de estudio que nunca ha abandonado y por el que siente, al igual que nuestros ancestros más remotos, un atractivo especial, tal vez de ahí, de esa pasión, provenga el apodo que cariñosamente le dispensan sus admiradores y seguidores.
   A su vez, Juan Manuel, nos descubre, tal vez sin darse cuenta de ello, que, como buen científico, una de sus virtudes es la tenacidad acompañada de la ausencia de dogmatismo científico que le caracteriza, pues su gran aportación, “los Biomorfos”, tuvo, como todos aquellos descubrimientos que rompen planteamientos preestablecidos, un principio que pudo costarle algún disgusto de consideración. Juan Manuel, en su etapa inicial como buen científico, y siguiendo a Voltaire, no afirma ni niega rotundamente nada, solo duda, pero sin caer en la definición de locura que sentenciara Einstein “de hacer lo mismo una y otra vez esperando un resultado distinto”, solo porque estaba preestablecido.
   Porque Juan Manuel creo yo que, desde siempre, se identificó con la idea, una vez más, de este “Gran Físico” de que “Solo el que lo ha vivido sabe lo que son jornadas enteras presintiendo y buscando en la obscuridad con un tenso anhelo, viviendo entre la alternativa de la esperanza y la del desfallecimiento, hasta que, por fin, irrumpe la claridad”.
   Y es que la idea de la existencia de una frontera rígida separando el mundo biológico del reino de los minerales, estaba tan arraigada en la comunidad científica que sus “biomorfos” venían a romper una estructura mental que muchos especialistas no estaban dispuestos a abandonar aceptando que la morfología, por sí misma, no tiene por qué contener información genética, es decir que la forma de las estructuras, en sí, no tiene por qué contener información sobre su origen.
   Parecía ponerse así de manifiesto, una vez más, la sentencia del “Físico Universal” cuando establecía que es “¡Triste época la nuestra! pues es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
   Pero Juan Manuel, no parece pretender ser beligerante, simplemente se pregunta: ¿por qué no se acepta algo, rigurosamente científico, y que cualquiera puede comprobar en su laboratorio? Y, es más, nuestro protagonista, partiendo de la fascinación que el ser humano siente por los cristales, llega incluso a justificar la raíz de la antigua creencia sobre la existencia de dos reinos de simetría, el de los cristales y el de los patrones naturales.
   Yo he de confesarles que, quien les habla ahora, entiende esa fascinación ancestral y lo hace porque la siente, porque la vive y porque yo también he tenido problemas por culpa de “ese atractivo”, tal vez inexplicable pero existente. Aunque mis problemas no alcanzan ese nivel de controversia científica, son más domésticos pues los tengo con mi mujer que ya no sabe dónde colocar en casa tantos minerales, fósiles y rocas como llevo. De esto último tienen su parte de culpa mi gran amiga y Académica la Dra. Purificación Fenoll, así como su colaborador el Dr. Alberto López Galindo, pues, cada vez que regresan, cargados de verdaderas maravillas, de sus visitas a exposiciones, se convierten en una tentación difícil de vencer. Menos mal que, de vez en cuando, me sugieren introducir en el lote alguna muestra de pequeño tamaño pero susceptible de ubicar en dedos o en cuello, lo que hace disminuir la tensión hogareña.
   Pero, volvamos a lo que nos ocupa, Juan Manuel en su discurso nos introduce magistralmente en un proceso evolutivo de ese planteamiento sobre la existencia de dos reinos de simetría que se conforma en el desarrollo de la idea de que la armonía externa de los cristales se debe a la existencia de un orden periódico interno perfecto convirtiéndose así en una herramienta, también perfecta, para abstraer el mundo.
   Esta idea de estética que defiende las formas puras, tal vez por aquello que sentenciaba Einstein de que “todas las religiones, artes y Ciencias son ramas del mismo árbol, trasciende, nos dice, hasta el mundo de las artes, las letras y la filosofía, creando una visión opuesta a la clásica del arte entendido como pasión. Se establece así una frontera, tal vez demasiado rígida, entre el reino de la biología y la sensualidad y el de los minerales cristalinos y la fría racionalidad, manifiesta.
   Un debate que trasciende de lo puramente externo, pues arraigándose en la misma naturaleza humana, condiciona, o, al menos, puede condicionar, nuestra conducta como seres sensibles.
   Un debate que nuestro ya compañero analiza introduciéndose en el comportamiento y en la concepción de la belleza de dos jóvenes artistas de los años veinte, dos jóvenes genios de nuestra “cultura”: Salvador Dalí y Federico García Lorca.
   Y es que, en la última parte de su discurso que titula “El Cristal y la Rosa”, Juan Manuel nos introduce de lleno en un choque entre “la pasión recíproca” que ambos sienten y la concepción artística de la belleza en la que se encontraban inmersos y que les era propia, concepción que, en un caso al menos, llevaría incluso al mismo desprecio y rechazo.
   Pero, un debate marcado también no solo por un antagonismo evolutivo, sino por un fuerte respeto mutuo.
   Un debate que truncado por “una guerra incivil”, como diría Manolo Rodríguez Gallego, no permitió a una sensibilidad como la de Lorca llegar a integrar definitivamente que ambas opciones, ambas formas de crear, de hacer arte, la del cristal y la de la pasión están condenadas a fusionarse y, tal vez por ello, en Nueva York, en el museo de arte moderno hay colocada una gran rosa frente al jardín de los cristales.
   Un debate, cuyo final precipitado, no permitió tampoco a Dalí, realmente arrepentido de su desprecio, sin lugar a dudas ocasional, hacia el poeta, manifestarle en vida su arrepentimiento solicitándole su perdón, cosa que, al parecer, pretendía en su agonía.
   Querido auditorio: Como les decía al principio, un discurso excepcional hecho por un personaje extraordinario.
   Por ello, felicito ahora a todos sus familiares y amigos y, de forma muy especial, a Martha y a Andrea, por tener el marido y el padre que tienen, prometiéndole a la primera visitar la casa de comidas con la que, según he sabido, cuenta en Ogíjares, donde yo paso largas temporadas, para disfrutar, no lo dudo, de unas viandas también excepcionales.
   Juan Manuel: ¡Bienvenido a tu Academia!, la que espera mucho de ti, algo que, como suelo decir, yo me encargaré de recordarte.
   Muchas gracias a todos por su atención.
   He dicho.